Cristales de sal a las orillas del mar muerto

lunes, 16 de agosto de 2010

LAS MAGDALENAS PARA DIABÉTICOS


"EL PODEROSO HA HECHO MAGDALENAS (OBRAS GRANDES) POR MÍ"
En Agosto estoy de fiesta casi todo el mes: empazamos con la Virgen de las Nieves en Atalaya, el 5 de Agosto; y seguimos con la Patrona de Alconera el día 15. Todo con su novena y setena correspondiente, como Dios manda (o mejor dicho, como nuestra religiosidad popular manda). Un mes muy mariano, jeje.
En Alconera, uno de los primeros días de la setena, leimos el texto de Lc 1,39-45 (la visita de María a Isabel y el Magnificat). En la homilia correspondiente yo comentaba que al igual que María nuestra misión es estar dispuestos al servicio, estar disponibles, ponernos en camino... que como ella con Isabel tenemos que "saber acudir junto a quienes están necesitando nuestra presencia, nuestro acompañamiento y nuestra acción" (esas son las palabras textuales de la homilía de ese día).
Bueno, pues uno que piensa que las palabras de la homilía suelen caer en saco roto y, lo que es más gordo, las del Evangelio también. Así que se sorprende cuando descubre que no es así, o al menos no siempre.
A los pocos días me encuentro a Mari repartiendo Magdalenas para diabéticos. Había seleccionado a unas cuantas personas diabéticas del pueblo y les había hecho Magdalenas con edulcorante especial para diabéticos. Decía que así es la forma de hacer la vida un ratito agradable para esas personas mayores (que eso era lo que yo había dicho en la homilía).
Je, je, je. Así había traducido ella el Evangelio de Lucas. No sé si son obras grandes, seguro que no. Tampoco con Magdalenas se "derriba del trono a los poderosos" ni se "colma de bienes a los hambrientos". Pero sí es la forma sencilla en que esta mujer de pueblo, como María la Virgen, se pone en camino estando disponible para los ancianos del pueblo.
Isabel, la prima de María, también era anciana y, seguro, segurísimo, que María cuando fuese al pueblo de su prima, a la montaña, le llevaría algún presente, posiblemente esas Magdalenas riquísimas de pueblo. Yo me enteré porque estaba en casa de una anciana cuando llegó con las Magdalenas, y desde entonces decidí escribirlas con mayúsculas, porque eran Sacramento de Dios, del Dios dulce y tierno como las Magdalenas.
Gracas, Padre, por revelarte en lo sencillo y en los sencillos.
En esas pequeñas cosas te descubro presente y encuentro la fuerza para seguirte día a día.
Gracias por las Magdalenas y las personas que las hacen, siempre que las hagan pensando en quienes se las van a comer y en hacerles la vida agradable.
Gracias por las personas que viven la fe sencilla pero profunda porque ellas son maestros de fe para otros. GRACIAS, PADRE.

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