Cristales de sal a las orillas del mar muerto

viernes, 13 de abril de 2012

De la abundancia del corazon habla la boca


He recordado esta frase al salir esta mañana de casa de Remedios. Remedios es una señora mayor, viuda, que vive con su hijo soltero en una de las casa más antiguas del pueblo y a la que llevo la comunión cada semana cuando observo que no ha ido a misa ese domingo. Cuando hace frío o mal tiempo no se siente con fuerzas para ir a misa y ya sé que esa semana me toca visitarla. Es fácil: cuando va llega la primera, se sienta siempre en su banco, sobre alante y me llama mientras me ve preparando las cosas de la misa, los cantos, el pan y el vino, los micros, para darme un beso. Me hace gracia, porque me trata como si de su nieto se tratase.

Siempre que llego a su casa la encuentro con su hábito morado (viste siempre así, de ese color, por una promesa a la imagen del Nazareno) y haciendo algo: limpiando la casa, cocinando, etc.

Da gusto ir a su casa por la amabilidad con que te recibe, el cariño y la alegría que desprende.

Cada semana me regala una bolsita de caramelos, unas veces para mi, otras me dice que para los monaguillos y una vez, ese día me reí mucho, me dijo que para mis padres.

Pero de ella me llama especialmente la atención una cosa: en casi cuatro años que la conozco, nunca la he escuchado hablar mal de nadie. Todo lo contrario: su marido, era el mejor esposo y padre, sus hijos, los mejores del mundo, sus nueras son una maravilla, sus nietos la llenan de besos cuando van, las vecinas son las mejores vecinas del mundo, las "señoras" con las que trabajó cuando era joven, son buenísimas para ella... todas las personas de la parroquia, las mejores, y así puedo contar y no parar.

Me llena de positividad visitarla. Es como una terapia cuando uno está estresado, enfadado o cuando tiene un día gris. Y me sorprende, porque hay veces, que, objetivamente, no es así: no todos somos tan buenos como ella nos pinta.

Pero esta mañana, al salir de su casa, he llegado a esta conclusión: de la abundancia del corazón habla la boca.

Al salir de echar un rato con Remedios recuerdo esas palabras de Jesús que, un día, enfadado con los fariseos, les dice:

...lo que sale de la boca viene de dentro del corazón, y eso es lo que contamina al hombre. Porque del corazón vienen las intenciones malas...

(Mt 15, 18-19).

Y se lo aplico, al revés, eso sí, a esta mujer sencilla que no sabe cuánto bien siembra a su alrededor con esa forma de ser, porque proyecta su bondad natural a todo el que la escucha y enseña a mirar la vida y a las personas con otros ojos.

¡Cuánta falta hace en nuestra sociedad y en nuestro mundo gente así!

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